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martes, 17 de noviembre de 2015

¿Dentro o fuera de la Sharía?



Esta es una guerra de guerrillas de la Sharía (Ley Islámica) contra el resto de los países. En ella los terroristas islámicos tratan de socavar el poder de cualquier país que no esté sometido a las leyes de la Sharía o del Estado Islámico.

 Los terroristas islámicos se han hecho tan poderosos y están tan bien organizados porque las grandes potencias militares llevan décadas jugando al ajedrez con ellos, utilizándolos, como a figuritas dentro del tablero mundial, moviéndolas como a marionetas según les convenía a sus intereses políticos particulares.  Lo que ha hecho bueno el refrán de  “Cría cuervos que te sacarán los ojos”.  


En este jueguecito que se han traído, la mayoría de los 20G, con los grupos terroristas islámicos   -a parte del apoyo abierto que han recibido de Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, Sudán, Siria y Cuba-, no solo les han proporcionado armas cada vez más sofisticas, sino que también les han permitido que se les haga eco en nuestros medios de comunicación con sus mensajes propagandistas, soslayando los calificativos con los hay que nombrarles. Se escudan en una terminología cobarde, nombrándoles  con cualquier término rebuscado en vez de llamarles  TERRORISTA  ISLÁMICO”, que es su auténtico calificativo, ya que ejercen la fuerza sin legitimidad. Así se dice que "son combatientes que se inmolan", como si fueran mártires o guerreros herícos. Se propagan, entre nosotros,  mensajes en los que se fomenta la idea de hay un terrorismo “ofensivo” o de los fuertes. Y que debido a esto, hay que justificar esa otra clase de terrorismo “defensivo”, es decir,  el de los pobres e indefensos. Cuando todo esto es falso. Ya que los terroristas islámicos ni son pobres  (la prueba está en todas las fuentes de financiación que tienen, de las que reciben cantidades gigantescas de recursos económicos), ni están indefensos (no solo tienen un gran arsenal de armamento, sino que están estratégicamente muy bien organizados, tanto dentro como fuera de los países donde gobierna el Estado Islámico). Tampoco existe ese terrorismo “ofensivo”, porque no se puede calificar con el término de “terrorista” a quien ha sido legitimado en las urnas, con el compromiso, entre otros, de mantener la protección y la seguridad de sus propios ciudadanos.


El mundo que está fuera de la Sharía o Charía se ha dormido en los laureles. Va con mucho retraso en cuanto a las reformas legales que defiendan nuestro sistema judicial, así como nuestros valores éticos y morales que tiene sus raíces en el Cristianismo (el amor al prójimo, ningún ser humano puede evitar el pecado completamente, porque no somos perfectos, solo humanos, y no debemos criticar a otros); frente a las leyes que impone la Sharía. La ley del Estado Islámico se está imponiendo por la fuerza, mediante el terrorismo, la extorsión y la violencia. La Sharía no solo es un código religioso, sino que codifica la conducta y rige todos los aspectos de la vida. Las ofensas “hadd”: el adulterio, la homosexualidad,  el consumo de alcohol, el  robo y el asalto son castigadas con la lapidación, los azotes y la amputación en Arabia Saudí y Siria, países fundamentalistas. El adulterio, la desobediencia de la mujer a la autoridad del padre o el esposo, las relaciones con “kafirs” (infieles),  el no ir vestidas con la “hiyab”, la culpabilidad de las mujeres en caso de violación,  y el consumo de alcohol se castiga con pena de prisión en el resto de los países islámicos de Oriente Medio.  ¿Qué tiene todo esto que ver con nuestra escala de valores, nuestras leyes y nuestra forma de vida?


  
Se ha despreciado el poder y la fuerza de los terroristas islámicos. No se ha prestado atención a su estrategia expansiva. No se han potenciado nuestros valores, ni aquí ni en los países sometidos a la ley de la Sharía. Hace décadas que se ha acallado la persecución contra los considerados, por ellos, “infieles”, abandonando a su suerte a los cristianos, judíos, hindúes y laicos que residen en los países donde gobierna el Estado Islámico, que están siendo, no solo perseguidos, sino también masacrados allí. Mientras que se está permitiendo que los seguidores, propagadores y los que fomentan la ley Sharía, campen a sus anchas fuera de sus fronteras. Lo que hemos hecho es meter El Caballo de Troya en nuestro patio y echarnos tranquilamente a dormir, sin ningún tipo de sospecha, ni de vigilancia, ni de precaución, ni de defensa.


Algún fundamentalista, de un lado o del otro, me dirá "Es que realmente este mundo occidental está pervertido".  Bueno, es cierto que el mundo fuera de la Sharía no es perfecto, pero explíqueme, ¿porqué, a pesar de que no vivimos en un mundo perfecto, hay tantos musulmanes, regugiados y no refugiados, que quieren venir a vivir a él?


¿Vamos a aceptar la Sharía o vamos a legislar para protegernos de ella? ¿Vamos a cerrar los ojos a la expansión violenta del Estado Islámico o vamos a poner los medios y las medidas adecuadas para frenarlo? ¿Vamos a mantenernos dentro de la tolerancia, la democracia, el pluralismo, el relativismo y los Derechos Humanos o vamos a caer en las garras de los que desprecian todos estos valores? ¿Vamos, las mujeres occidentales, a replegarnos del avance que ha supuesto para nosotros la emancipación femenina en aras de una ley como la Sharía, cuyo primer objetivo es acabar con nuestros derechos como mujeres y como seres humanos?