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viernes, 15 de octubre de 2010

CARTA que el minero nunca escribio


Carta que el minero nunca escribió
Hoy, dulce amor mío, doy gracias a Dios por haberme dado la gran dicha de volver a ver tu rostro, de sentir tus abrazos, el suave calor de tu piel junto a la mía.


¡Permíteme, esposa, tomar en brazos el frágil cuerpo de nuestra niña, que nació a la par que yo fue dado el don de una más larga vida!


¡Nunca la luz me fue tan sagrada! ¡Gracias a Dios que puedo ver de nuevo la luz del sol, el azul del cielo, el verde de la naturaleza y oler el perfume de las flores! Todo eso por lo que pasamos a diario sin apreciarlo como un regalo divino que nos es ofrecido al levantarnos cada día!


Desde hoy ya ninguno de mis días serán iguales. Cada uno de ellos será considerado por mí -y seguro que también por mis seres queridos- como un alargamiento extraordinario de mi vida que debo disfrutar en plenitud.
Estos días de zozobra comencé a amarte y a valórate mucho más de lo que lo hacía. También aprendí sobre los valores de la solidaridad humana, de la esperanza en el bien hacer de los profesionales que nos salvaron, la lucha conjunta y la alegría compartida con todo el mundo.


Tal vez ahora yo pueda ser considerado un héroe, más yo no me siento como tal. Soy minero, y ese es el trabajo que realizo cada día. Lo que tengo por costumbre hacer, y eso no me hace ser ni más ni menos de lo que eres tu cuando vas, por ejemplo, a tu oficina, a tu volante, ante tus alumnos o tus pacientes. ¡Sí, es cierto que corro un gran riesgo allá abajo cada día, pero espero, que después de este accidente tan grave, en el que hemos tenido más suerte que otros muchos mineros que mueren cada día, nuestras condiciones en las minas cambien y podamos realizar nuestra labor con mucha más seguridad de lo que ahora lo hacemos.


Estos días hemos sido noticia. Espero que a la vuelta del calendario no te hayas olvidado de nosotros. ¡Apóyanos en nuestras luchas , para que así las condiciones precarias en las que trabajamos sean mejoradas para los mineros de todo el mundo ¡No dejes nunca de ser solidario con nosotros…y así seguirás salvando nuestras vidas!


Estamos en una época difícil para creer en los milagros, pero yo no tendré más remedio que asimilar que Dios me dio otra oportunidad y espero que me las siga dando por mucho tiempo para que pueda disfrutar de mi adorada familia.

Madrid, 15 de octubre de 2010