"Aunque no puedo moverme y tengo que hablar a través de una computadora, en mi mente yo soy libre" Stephen Hawking.
Tú has sido un hito que
ha cambiado la percepción que existía de los seres humanos antes de que tu te
dieras a conocer. Antes la sociedad estaba dividida entre personas capaces y
personas discapacitadas. Donde estas últimas eran arrinconadas, como seres
inútiles, a los que había que alimentar, vestir y calzar, pero nada más. No
eran seres humanos productivos. Nadie se preguntaba qué capacidades podrían
llegar a desarrollar dentro de sus limitaciones. No se les educaba, porque se
creía que eran incapaces de aprender.
Pero apareciste tú en los
medios de comunicación. Y se comenzó a escribir, a ver en público, a escuchar
la voz de un ser humano que, a pesar de la tremenda lucha que mantenías con tu
físico, paulatinamente deteriorado, tu mente no era tan solo brillante, sino
que superaba con mucho los límites y las capacidades intelectuales del resto de
los humanos.
Tú eras la antítesis del
canon que los medios de comunicación, sobre el hombre perfecto, habían creado
en el siglo XX. Tu cuerpo no era musculoso, ni fuerte, ni estético, ni alto ni guapo
que se vendía en las películas, sino todo lo contrario. Era la prisión de tu
mente. Tampoco eras el típico padre, columna vertebral de la estabilidad
familiar. Ni eras el hombre fuerte y fornido que cuida, sino uno que debía ser
cuidado, amado y aceptado con todas sus carencias.
Creaste expectativas para
los que te veíamos o escuchábamos sobre ti. No todos los seres humanos teníamos
porqué responder a unos cánones prestablecidos para ser válidos. Reflexionamos,
comprendimos y acuñamos nuevos términos como “diversidad”, “altas capacidades”,
“accesibilidad”, “tolerancia”, entre otros.
Debo confesar que yo no
te he leído. No porque no desee saber lo que has escrito. Es que no he podido. Yo,
desde los 8 hasta los 16 años fui la niñera, cuidadora, manos y pies de otra
persona mucho mayor que yo. Así que tengo especial sensibilidad ante los seres
humanos que no pueden valerse por si mismos. Si yo hubiera leído algo de lo que
tu escribiste hubiera tenido que hacerlo llorando, imaginándote escribiendo con
todas esas dificultades que cada día enfrentabas para poner una letra tras
otra, o luego, con esa computadora, leyendo tus pensamientos.
Reconozco que has hecho
que los técnicos de la información y la comunicación se hayan devanado los
sesos para conseguir que te comunicaras con el mundo. Ese esa es otra de tus
aportaciones al mundo de la tecnología. Esto hizo que acuñáramos un nuevo
concepto de “libertad”, no basado en la “libertad del movimiento físico”, sino
en la libertad del movimiento y evolución intelectual de la mente.
Te admiro también por tu
lucha por la vida. En una sociedad donde la vida parece carecer de todo valor.
Donde se aborta, se asesina, se viola, se mata, se lucha en guerras, se toman
drogas mortales, se cometen actos terroristas, se trafica con la vida humana, o
donde la gente se suicida; tiene mucho valor que alguien como tú, que tenía una
calidad de vida paupérrima, se aferrara a ella con tanto ahínco.
Dicen los medios que eras
una mente brillante, pero de pocos amigos. Yo me pregunto qué humor para
chácharas puede tener un ser humano en tus difíciles circunstancias físicas.
¿Tendrías, además, que estar alegre todo el día? ¿Tendrías que fingir que no era
nada el dolor que sentías? ¿Tendrías que haber actuado como si no te hubiera
gustado pasear cogido de la mano, correr, saltar, poder afeitarte, ducharte, nadar,
esquiar, sentarte tranquilamente en un parque y volver la cabeza a observar a
los niños jugar de acá para allá… y otros muchos movimientos que la mayoría
hacemos de forma autómata, sin darle el valor que tienen, hasta que perdemos la
capacidad de hacerlos? Yo puedo comprender que, teniendo una mente
intelectualmente tan desarrollada como la tuya, tu parte emotiva y afectiva
fuera frágil y quebradiza. Es imposible ser un ciento por cien en todo. Yo sé,
por la experiencia que tuve con aquella tía de mi madre a la que cuidé que,
cuando alguien depende para casi todo de otros, el humor se vuelve cada vez más
agrio, y las relaciones con tus seres queridos, cada vez más difíciles. Aunque
tu y mi tía teníais una mente completamente opuesta. Tu intelecto era
brillante, el de ella, la pobre, que no pudo ir a la escuela, dependía también
de mí para que yo le leyera. A ella le gustaba que yo lo hiciera porque le
aliviaba el sufrimiento de estar atada a su silla de ruedas, y con mi lectura, ella
dejaba volar su imaginación por mundos desconocidos. Así entiendo el placer que
tú siempre debiste sentir por la lectura, por llevar tu mente más allá de
nuestro mundo conocido, de aceptar teorías futuristas sobre el ser humano, de
sentar bases para otro tipo de mundo.
Gracias por todo lo que
has aportado al siglo XX, al XXI y los siglos venideros.